Son papeles que embeben, que se arrugan locamente, que los sumerjo en el estanque de agua que tengo afuera. Papeles que estiro azarosamente para volverlos hacer crecer pero, se retuercen y se resisten a la acción. Colores y formas que impregnan la superficie y en los que mantengo la mirada puesta firme y perseverante al acecho, como ciénagas que se aproximan al borde del filo aliviadas por la levedad para continuar expandiéndose.
Son papeles saturados de agua que se despegan y se dispersan junto a heterópteros que se aproximan tímidos a la superficie ondulada tras el reflejo que acaricia la estampa.
Formas resurgentes que se transforman. Formas que balbucean bajo y sobre la superficie incipiente del propio soporte. Pintura encontrada con satisfacción incontrolada, que huele como a lluvia o papel mojado, que respira obstinada para continuar creciendo en una imposible existencia, como en un entierro sin cadaver. Hacedoras de formas que subyacen bajo el pensamiento azaroso de una mano torpe que no mira.